Lo había dicho. Era tarde. Recordé aquel otoño, tus
ojos...
Y pensé que una hoja más se
marchitaba.
Lo dije una vez más. Me miraste en silencio.
Comprendí la
verdad de ser necia, el dolor de perderte.
Un día comencé a reír. Y reí, reí… hasta que las lágrimas
se fueron despavoridas y huyeron para siempre.
Cuando te vi creí que eras frágil como el cristal.
El
tiempo te volvió de roca.
O yo era ciega.
Un niño
pide pan. Sus manos tiemblan.
Los poderosos tienen la llave, ellos el hambre.
Yo la palabra.
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